jueves, 21 de noviembre de 2013

El desafío de los treinta días a mi manera (3)

Voy a aprovechar ahora, que aún voy lanzado y tengo algo de inercia.

Hoy toca "las mayores guarradas que he comido durante una sesión".

Por partes. ¿¿Pero qué clase de pregunta indiscreta es esta?? ¿¿A vosotros qué os importa lo que yo coma o deje de comer o las guarr...

Eh.. vale, bueeeenooooo.

Creo que, sin lugar a dudas, esta respuesta se contesta sola: hace ya casi veinticinco años, durante una Semana Santa nos encerramos a jugar en la casa en el campo que tenía un amigo. A medio hacer, la casa, todo muy primitivo y comunal. La cosa es que, adolescentes como éramos, lo de planificar la comida no se nos daba bien. En realidad, no llegaba a dársenos ni siquiera mal: si se nos hubiera dado mal hubiera sido una mejora.

De aquella semana guardo muchísimas anécdotas, incluyendo el primer chiste rolero que he oído ("¿por qué a las tías les gustan los másters?... porque tienen el pene en jota" Aún me descojono vivo recordándolo), aquella partida de Killer donde la mitad huyó despavorida de algo, la botella de refresco que explotó sola...

A mitad de semana la comida escaseaba, y en una de esas acabé comiendo un sándwich de restos de nocilla, foie grass y maíz dulce. El pan no estaba del todo mal: era de ese pan de molde del segundo sabor de la bolsa. Si, hombre, ese del fondo que es como de color verde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario