miércoles, 26 de marzo de 2014

Al final del túnel

¡Dios! ¿Cuándo veré la luz? Ni tan siquiera recuerdo si alguna vez la he visto... he oído hablar tanto de ella, del final del túnel, que ya me da igual si realmente la he visto y la recuerdo o si sólo la imagino... sé que me espera al final, cálida, brillante, acogedora, con todos los que lograron salir antes que yo esperándome al otro extremo... 

Después de ¿meses? ¿años? ¿horas o días? allí encerrado, entre apreturas, entre otros tantos, nuevos y viejos, bañándonos en nuestra propia miseria, deshaciéndonos, desintegrándonos, dejando a nuestro alrededor lo que una vez fuimos y ya no seremos, convirtiéndonos en... ¿en qué? No lo sé, pero ya ninguno de nosotros será jamás lo que éramos. Después de mi encierro, de mi tortura, de mi lenta agonía, por fin encontré la entrada del túnel del que nadie hablaba y todos susurraban: el túnel que habría de llevarme a la libertad, al gran azul, a la luz, al aire... 

Jamás pensé que existiría, pero era cierto. Allí estaba, y tras un brevísimo instante de duda, me lancé a él. Yo y los que estaban a mi alrededor. Nos abrimos hueco como pudimos, empujando, arrastrándonos... el túnel parecía moverse, nos aplastaba y obligaba a apiñarnos aún más, unos contra otros, obligándonos a formar una masa compacta que gruñía, forcejeaba, se arrastraba.

Casi creí que era una trampa, otra tortura más. Creí que era un sutil engaño ¿libertad? ¡No! Tenía que ser algo peor, una broma cruel, simplemente, una angostura que nos haría añorar el lugar del que acabábamos de escapar. Pero no. No podía ser eso. Debía estar loco. Los demás luchaban como yo, y todos lo hacíamos para avanzar por el túnel, por llegar al final del que tantos rumores habíamos oído... el gran azul... 

Con el tiempo, no sé cuánto, el túnel se estrechó aún más. De tanto en tanto alguno de nosotros queda atascado y los demás le ayudamos a avanzar. Ya no luchamos entre nosotros. No tiene ningún sentido: nos pongamos como nos pongamos, sólo es posible arrastrarnos de uno en uno, en la oscuridad, entre estas paredes estrechas, resbaladizas, húmedas, viscosas... no quiero ni pensar en qué podría ser lo que me acaricia por todas partes, estos... zarcillos, aquella... no sé cómo describirlo, sino como mucosidad. 

¿Cuánto tiempo llevaré aquí, soñando con el final del túnel, con poder salir al aire, con llegar al gran azul? 

¡Por fín! ¿Qué sucede? ¡El que iba por delante de mí ha salido! Pero... el túnel parece cerrarse ante mí ¿qué es esto? ¡No! ¡Yo tenía razón! ¡Las esperanzas no eran sino un engaño! ¡No hay nada, el túnel se cierra! No hay aire, no hay luz, no hay nada

Pero... espera un momento, parece que no, que el túnel vuelve a abrirse. Me lanzo a la salida, asomo, el túnel se agita, convulsiona, me empuja, es como si me quisiera fuera, como si estuviera vivo y me arrojara de sí, me lanzo ¿a dónde? Al vacío, salto al vacío, no sé lo que me espera... mi compañero, el que salió antes que yo me espera en medio de la luz,... en el gran azul... 

Un momento, esto no es azul. Es agua y no hay luz, todo es blanco y vuelvo a estar nadando. ¿Dónde estoy? ¿Qué es todo esto? Se hace la luz sobre mí... luz, luz, luz... es como la recuerdo, o la imagino, es tan brillante, tan pura, tanluminosa. Oigo voces. 

- ¡La Virgen! ¡Pedazo zurullo que he soltado! ¡Ven, ven a mirar esto! ¡Mira qué submarino, mira! 
- ¡Joder, qué asco, tira de la cadena, coño! 

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